El último Emperador, Bertolucci-Storaro. La secuencia de la escalera. Nos encontramos quizá, ante una de las películas históricas mejor narradas visualmente de la historia del cine; en donde la iluminación de Storaro y la elegancia de Bertolucci crean toda la magia. Me quiero referir en esta entrada en concreto a una secuencia, la escena en donde la
emperatriz Wan Rong, mujer de Puyi, desciende absolutamente puesta de opio por las escaleras para luego, atravesar un corredor en donde el juego de claro- oscuros que, tamizados por las etaminas de los ventanales crean la sutileza de las sombras; acompañado todo ello, por planos y movimientos de cámara lentos y majestuosos, con primeros planos, panorámicos y, travellings elaborados con sobriedad, no hay más que ver como la cámara la sigue desde el preciso instante en que se levanta de la silla para acompañarla a lo largo de todo el recorrido, hasta culminar en el reflejo del espejo mientras completamente perdida come flores de orquídea.
Mencionar también los planos de espalda bellísimos, tanto en el descenso, como cuando abandona la sala después del brindis. «Así levanta la cabeza una mujer». El vestuario creado para la película, es una recreación perfecta de la época, Bertolucci ama los años 30 del siglo pasado, fijaos en el traje de lamé en la secuencia a la que estoy haciendo referencia, los brillos son para la noche, precisamente para dar volumen y realzar las curvas femeninas, la manera en que Storaro realiza la idea de Bertolucci es sencillamente fascinante, puro glamour*.
Otra cosa importante a tener en cuenta es que en todos los planos podemos observar como la gran profundidad de campo hace que lo que veamos sea lo que hay, es decir, el aislamiento de personajes es trabajo de la luz y no de la óptica empleada.
*Poder de seducción ante una cámara